El hábito de sentirnos ofendidos
¿Has observado que en muchas situaciones, nos pasamos la vida sintiéndonos ofendidos por algo que “alguien nos hizo”?. Lo sorprendente de esta situación es que ¡Nadie nos ha ofendido!
Ofenderse con facilidad es un hábito difícil de superar.Por lo general, es un indicador de una mala comprensión de las propias emociones y una estrategia cuyo objetivo es tratar de cambiar el comportamiento de los demás.
Sin embargo, debido a que todos somos seres autónomos, solo podemos cambiarnos a nosotros mismos, incluyendo la manera en que entendemos y reaccionamos ante el mundo que nos rodea. Es por ello que comprometernos a cambiarnos a nosotros mismos en lugar de forzar los cambios que queremos ver en los demás es una alternativa valiosa que requiere humildad y una mente abierta.
Entonces… ¿Qué es lo que nos ofende?
Las palabras duelen sólo por la forma en que las interpretamos. Debemos preguntarnos qué es lo que nos refleja esa persona que hace que nos sintamos tan mal.
Muchas veces son nuestras expectativas o lo que esperábamos de esas personas, las que nos hieren. Y las expectativas son imaginarias, no son reales. Todo es una suposición. De verdad, creemos que la otra persona se comportará de la manera que nos imaginamos o que la situación saldrá tal cual queríamos y cuando no sucede… nos ofendemos o salimos heridos.
Este hábito, desaparecerá cuando conozcas a fondo la fuente del por qué de las “ofensas”. Necesitamos explorar nuestra parte más emotiva y creativa. Nuestro cuerpo comunica y refleja cómo nos sentimos y nos ofrece información constante sobre nuestro estado de ánimo. Es por ello de vital importancia entender los mensajes de nuestras emociones, hacerlo repercute no solo en nuestra salud, sino también en la forma en que nos relacionamos con los demás.
Debes entender, que todas las personas son diferentes en forma de ser, pensar y de sentir. Todos nacemos con ese derecho y libertad. Expuesto esto, ¿qué es lo que suele pasar cuando lo que tú esperas de algo o de alguien, no suele suceder? … ¿te ofendes? ¿te sientes defraudado? ¿en qué sentido te sientes ofendido o defraudado? ¿dónde se aloja ese sentimiento tan asfixiante?
Describiendo las ofensas
Reflexiona un momento… tú y sólo tú es quien decide cómo te afecta aquello que te dicen o hacen los demás.
En función de cómo TÚ te tomes las cosas externas a tí, así será como te sientas, sin olvidar que nadie, excepto tú mismo tiene un conocimiento de tí, lo suficientemente grande para poder juzgarte.
¡Nadie, nunca jamás te ha ofendido! En realidad cuando alguien intenta ofenderte, lo que está haciendo es “OFENDER” a esa parte del mismo que ve reflejada en tí y no le gusta, nuestros semejantes son también nuestros espejos. En pocas palabras, lo que te choca, te checa… y al revés.
Cuando nacemos, somos auténticos, no tenemos prejuicios ni programación social-cultural-regional alguna… Y al paso de los años, nuestra verdadera esencia se ve sustituida por conceptos heredados o adoptados de: nuestros padres, escuela, sociedad, amistades, parejas, los medios nos enseñan y crean una historia falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y cómo “deben” de actuar los demás.
Asumamos, te sientes ofendido porque “alguien” no hizo lo que querías. Por consiguiente, la otra persona también se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un círculo vicioso, donde ambos lados están ofendidos…
Ofendernos tiene muchos más efectos en nosotros de los que a simple vista se pueden ver. La sensación de ofensa es uno de los mecanismos que genera en nosotros energías negativas que nos aleja totalmente de nuestro equilibrio y paz mental.
Quiero dejar de ofenderme… ¿por dónde empiezo?
Durante los próximos 7 días, cada vez que te ofendas, observa qué ocurre en ti. Observa cómo cambias, cómo se altera tu estado de ánimo, tu forma de hacer las cosas, tu forma de hablar, tus expectativas sobre el resto del día, sobre la vida, tu positivismo, cómo cambia tu posición corporal, cómo percibes el exterior, cómo se modifica tu rasero para percibir la belleza, etc.
Observa todo lo que pasa en tí y apúntalo.
Es muy importante la sinceridad contigo mismo. Lo más normal es que tiendas a pensar que es el otro el que se ofende. Pero si hay conflicto es porque tú también te has ofendido. El enfrentamiento, en cualquiera de sus manifestaciones e intensidades, es una señal de que te has ofendido. Si llegas a ese punto, observa, porque te habrás ofendido.
Entiende las emociones detrás de las ofensas
Después de realizar el ejercicio anterior, ahora debes entender cómo ir saliendo de la situación con los siguientes tips:
1. Considera tu papel como el ofendido. A menudo, ofenderse es una elección, es decir, nuestras reacciones a lo que consideramos ofensivo deben ser el punto central del cambio. :
- ¿De qué manera ofenderte con facilidad te ha moldeado? ¿Siempre esperas ofenderte con frecuencia, poniéndote a la defensiva? ¿Te resulta difícil confiar en otras personas?
- Evita caer en la trampa de pensar que eres una persona sensible y que ofenderte es una parte innata de tu personalidad. De hecho, podrías ser muy sensible a la influencia externa, al igual que la mayoría de las personas. Sin embargo, ser sensible no significa que tomes de manera personal las acciones de los demás
2. Pregúntate cuál es el verdadero objetivo de tu reacción. Con gran frecuencia, nos enfadamos porque nos dejamos envolver por muchas suposiciones (de motivación y agresión) que influyen en las percepciones que tenemos de los demás. A menos que el mundo realmente gire a tu alrededor, pensar que los demás actúan por odio o desprecio hacia ti solo es una suposición. Por lo tanto, ¿de dónde provienen dichas suposiciones?
- Examina la relación que tienes contigo mismo. Los egos heridos con facilidad que surgen cuando te sientes vulnerable y a la defensiva suelen enmascarar inseguridades y desconfianzas básicas. ¿Te sientes inseguro de tu identidad o incómodo en tu propio cuerpo? ¿Lo que sientes por el mundo te parece ofensivo o cruel?
- Solo porque tengas una experiencia emocional intensa no significa que las personas sean deliberadamente malintencionadas contigo. De hecho, los demás rara vez pueden saber en realidad si las personas alrededor son sumamente sensibles aun cuando su intención sea precisamente lastimar a las personas sensibles.
3. Reconoce el papel de tus ideales. Como seres humanos que somos, todos tenemos necesidades emocionales básicas, tales como sentirnos conectados, seguros, resueltos y acompañados. Muchos de nosotros somos lo suficientemente afortunados como para crecer con la expectativa de que otras personas apoyarán nuestras necesidades. Si bien esta expectativa nos ayuda a sentirnos a salvo y a confiar en los demás, puede ser contraproducente y crear ideales poco realistas sobre la manera en que deben tratarnos.
- Esto es especialmente problemático, pues a medida que envejecemos solemos asumir una mayor responsabilidad de nuestras propias necesidades.
- A menudo, abordar este tema significa que para satisfacer nuestras necesidades emocionales necesitamos un mejor equilibrio entre nosotros mismos y los demás. ¿Te esfuerzas por controlar tus necesidades emocionales o esperas que los demás se conformen con tu forma ideal de ser tratado?
4. Separa tus sentimientos de todo lo que dictan las normas sociales. En ocasiones, es fácil ofenderte cuando ves una oportunidad socialmente aceptable para hacerlo. Por ejemplo, sabemos que hablar en una biblioteca va en contra de las reglas, de modo que si estás leyendo una revista de manera casual, ofenderte cuando alguien habla puede hacer que toda la atención se dirija hacia ti.
- Si alguien dice algo potencialmente ofensivo, pregúntate si realmente te molestó debido a que su opinión es importante para ti. Es posible que solo estés martirizándote para resaltar una torpeza o un comentario grosero sin ninguna razón en particular, tan solo por un motivo de santurronería o por un deseo de controlar las cosas que se digan.
5. Consulta contigo mismo. Es sumamente difícil deshacer las conductas habituales. Explicarte al detalle tus propios sentimientos y usarte como un trampolín para considerar las formas de pensar alternativas será una herramienta invaluable.
- Podrías desarrollar afirmaciones pequeñas que puedas repetirte, tales como “Todos hacen su mejor esfuerzo para ser compasivos” o “Si nadie prioriza sus propias necesidades, ¿quién lo hará?”.
- Recitar mantras como “OM TARE TUTTARE TURE SOHA” (liberación del dolor y sufrimiento) o bien OM MANI PADME HUM (mantra de la compasión)
Y entonces…¿cómo debo reaccionar cuando me ofendan?
Te lo expondré así, mediante un cuento simple:
“-Maestro he superado todos mis apegos menos el rencor que siento por las ofensas recibidas de una persona, ¿puedo a pesar de ello, asumir una vida espiritual contigo?
-Por supuesto. Pero primero debes hacer un ejercicio muy simple, en cada actividad que emprendas debes poner tu rencor, viaja sintiendo tu rencor, habla desde tu rencor, calla con rencor, duerme soñando con tu rencor, respira tu enemistad, grita a todos tu resentimiento, camina aborreciendo, trabaja ofendido, haz de tu rencor el tema diario de tu vida, asúmelo cada vez con más intensidad, obsesiónate con la idea de que tu odio tiene todo el derecho a existir, comenta a todos tus amigos y enemigos que eres la encarnación misma del rencor, que tu nuevo nombre es odio.“
-Maestro, por favor, no es para tanto. No podría vivir así, es demasiado, me aterra el sólo pensar en esa ejercicio, es repulsivo, el odio invadiría todas mis posibilidades, quedaría anulado, asfixiado, enloquecería, moriría de rencor.”
Puedes desarrollar respuestas para evitar las ofensas, cuando verdaderamente te ofendan, es decir, sientas que excedieron tus límite:
1. Mantén la calma. Espera un tiempo (pausa mental) antes de responderle a alguien que consideres ofensivo. Si te ofendes con demasiada facilidad, lo más probable es que se haya convertido en una respuesta automática, lo que significa que no te tomas ningún tiempo entre la sensación de ofensa y la respuesta que das mientras te sientes lastimado. Por lo tanto, lo mejor es que te tomes una pausa y te preguntes si en verdad quieres ofenderte o no.
Si las emociones son demasiado intensas como para hacer una pausa, intenta contar hasta diez en tu cabeza. (Inhala y exhala, recuerda respirar)
2. Reconoce la posible ofensa para luego dejarla ir. Si haces a un lado una respuesta habitual como ofenderte, no tiene sentido bloquear tus pensamientos automáticos. En lugar de ignorar lo que tu mente te dice, escúchala. De esa manera, podrás determinar si haces caso omiso a la ofensa o armas un escándalo.
3. Resiste el impulso de juzgar. Estar seguros de nuestra interpretación de lo que una persona quiere decir o del lugar de donde proviene puede convertir cualquier cosa en una ofensa. Piensa en las obras de arte y en que su belleza proviene de muchas interpretaciones diferentes. Ninguna es correcta, sino que cada una tiene el potencial para hacernos sentir de manera diferente. Busca significados y motivaciones alternativos. Este puede ser un ejercicio útil para recordar que aun cuando veas y experimentes una gran cantidad de cosas diferentes de las personas, estas no se centran o se adaptan a ti
4. Ten en cuenta tu nivel de energía. Cuando nos sentimos ansiosos y llenos de energía, tendemos a ser menos tolerantes de las ofensas leves. Esto simplemente se debe a que buscamos material nuevo en el mundo sobre el cual “abalanzarnos” o emplear tan solo por el hecho de que podemos hacerlo. No permitas que las ofensas habituales drene la energía a la que podrías dar un mejor uso, como al maravillarte de las diferentes formas en que las diversas personas expresan sus opiniones. (Inhala y exhala, recuerda respirar)
5. Responde con gracia. Existen muchas formas distintas en las que podrías responderle a alguien que dice o hace algo que te molesta. Por ejemplo redirigir la conversación (buscando cambiarla), emplea sentido del humor, pide una aclaración de un modo tranquilo (no estoy seguro de haber entendido, ¿podrías repetir el comentario?)
6. Considera los resultados. Antes de reaccionar ante un desprecio, piensa en las consecuencias. Recuerda que una consecuencia de ofenderte suele ser que las personas comienzan a tener cuidado cuando están cerca de ti o se sienten un poco nerviosas al expresar sus pensamientos o sentimientos. Además, te mantendrás en una posición de gran tensión y ansiedad, lo que es perjudicial para tu cuerpo, incluso si crees que ofenderte tiene otros beneficios.
Llevar a la práctica estos tips o consejos, en corto tiempo puede ser no tan sencillo como pareciera…es mucho por procesar, y por practicar… pero la práctica hace al maestro.